lunes, 30 de mayo de 2011

Entrevista a Marcola

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Una entrevista que me parece interesante.

Escalofriante entrevista de la cadena televisiva brasileña O Globo al conocido capo "Marcola"

Marcos Camacho, más conocido por el sobrenombre de "Marcola", es el máximo dirigente de una organización criminal de Sao Paulo (Brasil) denominada Primer Comando de la Capital (PCC).

Las respuestas de Marcola a la cadena televisiva O Globo de su País nos aproximan a lo que puede ser el futuro de la delincuencia común en toda América Latina.

marcolaO Globo: ¿Usted es del PRIMER COMANDO DE LA CAPITAL (PCC)?

Marcola: Más que eso, yo soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e
invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas y antiguamente era fácil resolver el problema de la miseria. El diagnóstico era obvio: migración
rural, desnivel de renta, pocas villas miseria, discretas periferias; la
solución nunca aparecía... ¿Qué hicieron? Nada. ¿El Gobierno Federal alguna
vez reservó algún presupuesto para nosotros? Nosotros sólo éramos noticia en los derrumbes de las villas en las montañas o en la música romántica sobre la belleza de esas montañas al amanecer", esas cosas...

Ahora estamos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes se están
muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia
social.

O Globo: Pero la solución sería...

Marcola: ¿Solución? No hay solución, hermano. La propia idea de "solución" ya es un error.

¿Ya vio el tamaño de las 560 villas miseria de Río? ¿Ya anduvo en
helicóptero por sobre la periferia de San Pablo? ¿Solución, cómo? Sólo la
habría con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un
gobernante de alto nivel, una inmensa voluntad política, crecimiento
económico, revolución en la educación, urbanización general y todo tendría
que ser bajo la batuta casi de una "tiranía esclarecida" que saltase por
sobre la parálisis burocrática secular, que pasase por encima del
Legislativo cómplice. Y del Judicial que impide puniciones. Tendría que
haber una reforma radical del proceso penal de país, tendría que haber
comunicaciones e inteligencia entre policías municipales, provinciales y
federales (nosotros hacemos hasta "conference calls" entre presidiarios...)

Y todo eso costaría billones de dólares e implicaría una mudanza psicosocial profunda en la estructura política del país. O sea: es imposible. No hay solución.

O Globo: ¿Usted no tiene miedo de morir?

Marcola: Ustedes son los que tienen miedo de morir, yo no. Mejor dicho, aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar y matarme, pero yo puedo mandar matarlos a ustedes allí afuera. Nosotros somos hombres-bombas. En las villas miseria hay cien mil hombres-bombas. Estamos en el centro de lo insoluble mismo. Ustedes en el bien y el mal y, en medio, la frontera de la muerte, la única frontera. Ya somos una nueva "especie", ya somos otros bichos, diferentes a ustedes.

La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama, por un ataque al corazón. La muerte para nosotros es la comida diaria, tirados en una fosa común.

¿Ustedes intelectuales no hablan de lucha de clases, de ser marginal, ser
héroe? Entonces ¡llegamos nosotros! ¡Ja, ja, ja...! Yo leo mucho; leí 3.000
libros y leo a Dante, pero mis soldados son extrañas anomalías del
desarrollo torcido de este país.

No hay más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera cosa
creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto
analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien
escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. Es eso.
Es otra lengua.

Está delante de una especie de post miseria.

La post miseria genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, Internet, armas modernas. Es la mierda con chips, con megabytes.

O Globo: ¿Qué cambió en las periferias?

Marcola: Mangos. Nosotros ahora tenemos. ¿Usted cree que quien tiene 40 millones de dólares como Beira Mar no manda? Con 40 millones de dólares la prisión es un hotel, un escritorio... Cuál es la policía que va a quemar esa
mina de oro, ¿entiende? Nosotros somos una empresa moderna, rica. Si el
funcionario vacila, es despedido y "colocado en el microondas".

Ustedes son el estado quebrado, dominado por incompetentes.

Nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Ustedes son lentos, burocráticos. Nosotros luchamos en terreno propio. Ustedes, en tierra extraña. Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes mueren de miedo. Nosotros estamos bien armados. Ustedes tienen calibre 38. Nosotros estamos en el ataque. Ustedes en la defensa. Ustedes tienen la manía del humanismo. Nosotros somos crueles sin piedad. Ustedes nos transformaron en "super stars" del crimen. Nosotros los tenemos de payasos. Nosotros somos ayudados por la población de las villas miseria, por miedo o por amor. Ustedes son odiados. Ustedes son regionales, provincianos. Nuestras armas y productos vienen de afuera, somos "globales". Nosotros no nos olvidamos de ustedes, son nuestros "clientes". Ustedes nos olvidan cuando pasa el susto de la violencia que provocamos.

O Globo: ¿Pero, qué debemos hacer?

Marcola: Les voy a dar una idea, aunque sea en contra de mí. ¡Agarren a "los barones del polvo" (cocaína)! Hay diputados, senadores, empresarios, hay ex presidentes en el medio de la cocaína y de las armas. ¿Pero, quién va a hacer eso? ¿El ejército? ¿Con qué plata?

No tienen dinero ni para comida de los reclutas. Estoy leyendo "Sobre laguerra", de Klausewitz. No hay perspectiva de éxito. Nosotros somos hormigas devoradoras, escondidas en los rincones. Tenemos hasta misiles anti-tanque. Si embroman, van a salir unos Stinger. Para acabar con nosotros... solamente con una bomba atómica en las villas miseria. ¿Ya pensó? ¿Ipanema radiactiva?

O Globo: Pero... ¿No habrá una solución?

Marcola: Ustedes sólo pueden llegar a algún suceso si desisten de defender la "normalidad". No hay más normalidad alguna. Ustedes precisan hacer una autocrítica de su propia incompetencia. Pero a ser franco, en serio, en la moral. Estamos todos en el centro de lo insoluble. Sólo que nosotros vivimos de él y ustedes no tienen salida. Sólo la mierda. Y nosotros ya trabajamos dentro de ella. Entiéndame, hermano, no hay solución. ¿Saben por qué? Porque ustedes no entienden ni la extensión del problema. Como escribió el divino Dante: "Pierdan todas las esperanzas. Estamos todos en el infierno".


sábado, 30 de enero de 2010

"The incredible shrinking man"

Otra adaptación de una novela de Richard Matheson, a riesgo de ser repetitivo:







Dirección: Jack Arnold
Guión: Richard Matheson (adaptación de su novela "The Shrinking Man")
Año: 1957
Productor: Albert Zugsmith

lunes, 18 de enero de 2010

Mario Santiago Papasquiaro en situación (a medias)

Mario Santiago Papasquiaro quería otro tipo de tambor. Otro tipo de sonido para decir las mismas cosas infinitas de siempre, del vientre al Buda, al cerebro calcinándose de excitación, al miedo y asco en las ciudades del atolondre, a los tlacoyos, por primera vez instancia para la iluminación. Quiso su balbucir puros pinches nombres del pepino. Su afrontar que no todo crece en cráteras bien acá al mármol directamente traído desde la Grecia con su mejor talco, sino también a lo pendejo como los hongos en los refrigeradores apestosos del tercer mundo, o en los pies de las pasiones bípedas en su pesero cotidiano del tercer mundo.

Y es que al poeta le preocupa que la poetiza problemática del Tercer Mundo tenga su canción, su dignidad de super león zurcando el aire. ¿O es que también la imaginación ha de ser patrimonio de la exquisitez y sus exquisitos? ¿O es que el fraseo en alejandrinos bien sonantes es sólo para los educandos de las más mejores, prestigiosas, licenciadas academias del pasado grandilocuente y su colota de pavorreal?

De la escuela y las tradiciones y la reflexión del mero neoclasicismo (España, siglo XVIII ay merito el XIX, y su Larra y tantísimo bla honorable) y otros bigotes, por supuesto, hay que aprenderlo todo, reflexionarlo todo, mascando con una mandíbula chapada a los diez mil enfoques, está claro. Pero y las situaciones de nuestra desesperanza y subdesarrollo, a las condiciones de nuestro país tratado a las patadas por generaciones de vacíos presidenciales sin embargo con tiempo para resultar aparatosos, espectaculares —casi encantadores—, ¿cómo ignorarlas?, ¿qué conducta de altísima ética abarcante nos reclaman? Por eso los gritos urbanos, las generaciones perdidas en el ilusionismo de una mejoría venidera, como José Agustín, como el 1991 de la Maldita Vecindad…, y el Rockdrigo, y el infrarrealismo sibilante a lo grosero, y en el temblor en las piernas de quienes surfean sobre el lomo de la bestia roñosa que es Latinoamérica.

El arte necesita volverse versátil, animalejo ultra vidente, cañonería espontánea para llevar y encender en todas partes, velocidad altoparlante capaz de comunicarse auténticamente con el mundo, y un maldito espacio elástico donde las diferencias quepan con un propósito de superar la inteligencia con mejores inteligencias. Necesita tener la inalienable capacidad de responder de maneras humanas a las condiciones cambiantes, salvajes, del hombre. El arte que se devora a sí mismo, se contradice hasta el homicidio, está buscando un renacimiento, sabe que su pasado inmediato no es más montaña sino musculatura venida a menos, masa de tendones cuya imagen ha dejado de ser la de la vida para convertirse en la de la anquilosis, además formularia —es decir, de mal gusto.

El arte que se dinamita quiere parir. Un nuevo chayote que aprenda a ladrar conforme a su circunstancia, hijo del hombre de su tiempo, hijo legítimo de su necesidad, y no más fingimiento con resonancias tan sólo de mercado, de impacto publicitario sin la menos capacidad de relucir latente al interior de alguna conciencia. Y resultante. Como todos esperaríamos que fueran las cosas en poesía, en vida, en pensamiento: resultantes. Capaces, luego de su punto final, de extender una mano hacia los que nos sumamos contra la destrucción de las liberaciones y por la destrucción de las estupideces y las imposiciones impunes. Capaces, pues, de fundar un Manu Chao/Casa multinacional de las culturas, el intercambio y la jarana-tabla de surf para viajar al horizonte.

Papasquiaro, con la soledad de sus grandilocuencias chapadas en imaginación, en alucinaciones de tercer grado, y sus células repletas de ninfas borrachas, a su decir, quiere dinamita para su mundo circundante de beneficios bien entendidos, de servilleta de seda puliendo las nalguitas del Colegio Nacional y el Palacio Honorable de Todas las Becas. Porque los conocimientos de léxico precioso están bien, tienen que sumarse con respeto al plato de nuestro canal multicanal. Pero no son el único medio hacia la barriga lunar. Y el resto de talentos bullentes que pueblan el mundo, ¿qué recipiente merecen para su recepción?, ¿no son también dignos de los mejores homenajes en la compleja operación del reconocimiento de la otredad? ¿No están también cerca del estallido más importante de la raza humana, que hace patrimonio de sus éxtasis y logros traducidos al lenguaje de la cultura o, lo que es decir lo mismo, abiertos para todos? ¿Pero sólo en salas de museo displicentes y taxonómicas? ¿Por qué no también cederles la palabra, la butaca, el derecho a la expresión y a ser oídos con un respeto de verdaderos lectores, multitudinarios, o por lo menos audaces, o por lo menos abiertos? Que no hayan todavía cercenado su capacidad innata para fomentar el sembradío y la cosecha —el crecimiento.

Las clases sobre la sinécdoque y la aliteración deben salir a las calles, pintar sus máximas de sabiduría resumida en los muros, y abrir el debate con los apasionamientos de la pobreza, la ignorancia y la barbarie. Los primeros sorprendidos serían, justo, los retóricos. Y todos los enriquecidos seríamos, ni más ni menos, todos nosotros.

El verso debe andarse en el transporte público y la torta de tamal. No por folclorismo como por auténtico apetito de renovación y comprensión profundas.

¿O tenemos que esperar a que la masmédula se consagre como prestigio de las historias de la literatura, Fondo de Cultura, México, Dosmilquiénsabe, trad. del Francés por Panchito Mequetrefe, para confiar en su tentativa por el temblor, y aprender del arrojo de unos cuantos enloquecidos? ¿Hay que someter a examen de asepxia a los desconocidos antes de reconocerlos entre las arcas de nuestro Olimpo y darles su credencial electrónica enmicada en Munich o la granja de las tarjetas electrónicas?

Yo voy más por rayonear la catedral y hacer volar el Olimpo a lo nitroglicerina. Actitudes violentas que de trasfondo expresen una preocupación por la hermandad, por la purificación de la mística.

Yo voy más por, a lo Ginsberg, creer que el gafete que da licencia a los hombres para ser hombres ya lo llevan cargando desde el nacimiento y se llama aliento visceral, o algo así, y tiene mucho que ver con el mal olor de los pies y los huesos del pecho.

Quizás haya que regalar clarinetes en las secundarias, en vez de ejecutar operativos anti-drogas, y los resultados serían arbóreos. Ya ruge el talento por sí mismo, lo que le faltan son espacios y confianzas, apuestas, el arriesgue chido.

Resta todo por aprender. Y el que no experimenta se convierte en cascarita seca de una pobre nuez.

Mejor el estallido, beber el veneno. Los aplausos para la torta de migajón.

La música de la apertura viviente.

Alguien de tomar ofrézcale al Papasquiaro un vasito de agua de limón…, con su poquito y necesario piquetito de ron. Y yo me sumo a la fiesta y echamos una ficha. Para ir jalando.

Lo que vendrá será terrible. Necesitaremos ojos grandes al respecto.

martes, 29 de diciembre de 2009

La feria II

28 de diciembre. En Pino Suárez se suben los fieles. Una madre con sus 8 niños, todos inquietos, todos pisan el metro con absoluta seguridad, todos traen a San Judas en la playera y en las manos. “Mete un metro en el boleto anaranjado y a media realidad te bajas, qué país”. Esto es el centro de Tochotitlán. En Allende se pierde la visión del santo; él va pasandito, a San Hipólito. Ya estamos en el mero ombligo de la Luna. ¿Qué encuentra el hombre en un centro astral? Vimos una pista de hielo, un pabellón de guerras de nieve, un tobogán de invierno. Vimos a los niños arrojándose masas frías, cascos azules contra cascos rojos, a pesar de que acá sólo nieva en los cerros altos. Vimos el viejo palacio de gobierno, la catedral en hundimiento contra la piedra blanda. Vimos las gradas repletas a los costados de la pista, la circulación instintiva de los patinadores. Vimos la síntesis de México: todo azarosamente unificado, todo esquizoidemente segmentado.

En Bolivar y Carranza llegaron todos los vagabundos de la ciudad en un solo cuerpo y con una baraja española. Al puro talón, le dimos dos pesos y medio en vez de los diez que pedía. Claro que nos confronta, ¿qué sería de nosotros si no lo hiciera? Y dice: “Los españoles, son los enemigos de él”. Entonces, en incomprensible ignorancia, preguntamos: ¿Cuáles españoles? Y apenas aterrizado, con los ojos floreciéndole, ulula: “No tienes idea de lo que es vivir en sueños”. Al instante, despega y discurre: “Los españoles, porque no creen que yo les pueda sacar los ojos, ellos son sus enemigos de él.” Enseña un cuatro de oros y desaparece con dos cincuenta.

La noche se deja venir. Desde el Eje Central atestiguamos la altura de una radiante rueda de la fortuna. A un costado de la Alameda, media Avenida Hidalgo fue ocupada por la feria. San Judas reaparece bien escoltado, filas de diez o más creyentes vienen abriéndose paso entre la multitud, todos con la estopa en sublimación. Son jóvenes, aunque varios son más bien niños, quieren subir a las máquinas más huevudas, al Júpiter, dios indiscutible de la feria, que te trepa bien alto con violencia, te pone patas parriba y luego te arranca del cielo en caída curva.

La música es múltiple. Cada estructura chirría a su modo, pero la mezcla de las canastas manda. Las muchachas suben al juego, toman asiento y comienzan a girar alrededor del gran motor. Los encargados rielan de pie entre las canastas, se suben en ellas, de madrazo las giran sobre su propio eje, están bailando. Las muchachas gritan, se ven lindas. La mezcla truena, puro electro bien tupido. Hay casas de terror de dos pisos con un brazo mecánico enorme que se extiende hacia fuera, que sube y baja, que sostiene una cabeza humana. Por sus balcones salen los carritos mecánicos, los niños saludan hacia abajo y entran de nuevo al terror de segunda mano.

Veinticinco lanas para subir a la rueda de la fortuna. La canastilla se eleva en la noche mexicana. Todo se trastoca. No hay ficción. Bretón estaba equivocado, México no es un país surrealista. Bienvenido a esta otra ciudad luz, cariño. La Avenida Hidalgo hierve, es río eléctrico, los autos fluyen despacio. Hacia Reforma, los espectaculares de neón vibran con Coca-Cola y Corona; parece que nadie extraña a la región más transparente. Un mendigo de caricatura pasa, parece de caricatura, pero ¿caricatura de quién? De él mismo y de paso, de todos. Estuvimos en su pecho, dentro de su inverosímil ropa, nosotros, sin olvidar a uno sólo, le dimos aliento. El mendigo pasa y está vivo, respira e inhala del nudo que lleva en el puño. La cúpula de Bellas Artes y la Latinoamericana son siluetas, la luminosidad de la feria las opaca. Todo humea, este espectáculo humea, eso se ve sólo desde arriba. Tres motonetas hieren la avenida a todo volumen, fieles del santo, llevan la confianza del chingón, las cabezas erguidas, teñidas de colores sin nombre, rapadas en la nuca y costados, con figuras zigzaguentemente alucinadas. Allá arriba estuvimos pensando esto es la ciudad de México, la ciudad de México en México, la ciudad de México en Latinoamérica, etcétera. Pensamos esto es México, México en una laguna, en la laguna un nopal, etcétera. Allá arriba vimos al santo de las causas perdidas y vislumbramos el porqué de tanta devoción. “Ruega por mí, estoy solo y sin ayuda. Te imploro hagas uso del privilegio especial que se te ha concedido, de socorrer pronto y visiblemente cuando casi se ha perdido toda esperanza.”¿Qué otro santo para nosotros?

Por supuesto que no es todo. Hay más. Esto es Tochotitlán. La guadalupana ya milagreó demasiado y a nosotros no deja de faltarnos. Por eso tenemos también a Jesús Malverde, a la Niña Blanca, la Santa Muerte.

Cierto, nuestra rueda de la fortuna quedó estática en la cima.

jueves, 10 de diciembre de 2009

La feria

A casi un año para que se realicen las celebraciones conmemorativas del bicentenario del movimiento independentista en México así como el centenario de la revolución −también nacional− a muchas personas nos inquietan una serie de cuestiones: ¿qué es lo que celebramos?, ¿bajo el nombre de quién el gobierno gasta los impuestos de los contribuyentes en decoraciones alrededor de la plancha del zócalo capitalino?, ¿es Felipe Calderón el mayordomo de este año?

Para la primera pregunta hay que poner atención a los últimos sucesos del país. Es obvio, México celebra su autonomía; celebra ser un país que posee una total libertad de detener su desarrollo a largo plazo con medidas efervescentes y fugaces. Un ejemplo, la desaparición de Luz y Fuerza del Centro. Muerto el perro se acabó la rabia; sin embargo, este acto representa un totalitarismo que responde a la necesidad de destripar una plataforma que la misma revolución mexicana forjó. Porque, ¿quiénes son los protagonistas sindicales, económicos y políticos sino aquellos que jugosamente se aprovecharon del revuelo antiporfirista? Resultado: castigar la REVOLUCIÓN.

Los mexicanos creen que la tierra es de las gentes de razón y uno de los motores del movimiento revolucionario fue la repartición de las tierras. Eso no es un hallazgo mío, lo apunto por el simple hecho de seguir tratando de responder la pregunta, ¿qué celebramos?: ¿el triunfo de los ideales zapatistas? En nuestros días, las familias llevan en sus hombros la preocupación de pagar incrementos económicos mensuales (estipulados constitucionalmente) por vivir en un país como el nuestro. Y no lo digo con desprecio, «es un gran honor ser mexicano» dicen las muchachas guapas en la tele cuando sería mejor decir: «qué gran orgullo vivir dignamente en México», porque quién que se diga mexicano (alburero, matalascallando, alegre, parrandero, etcétera) conoce todas las maravillas naturales que presumimos a toda hora.

Y es que la famosa frase que canta: «como México no hay dos» quizás y sea una de las grandes mentiras nacionales; ya que, en efecto, uno es el país que día a día vivimos y otro muy distinto al de la idea de nación que los movimientos históricos han edificado con ayuda de emblemas y héroes que se superan unos a otros.


Mi nombre es Rafael Acosta Juanito, señor. Tengo todo para gobernar porque conozco los problemas de Iztapalapa, porque desde hace treinta años he luchado por las familias de esta delegación y porque no soy un ladrón como todos los demás políticos. A mí no me da pena decir que he dado bola o vendido chicles. Y por supuesto que sí señor, si las cosas salen como hasta ahora, y Dios quiere, nos vamos a buscar la presidencia de México.


De modo que es totalmente acertado el que México celebre su revolución, que alumbre y cante a la patria, a la nación, los emblemas cívicos, al símbolo de la unidad y de justicia que hace de nuestra patria la nación independiente, humana y generosa, a la que le entregamos nuestra existencia. Y cómo no celebrarla, si al hacerlo se difunde una noción de historicidad que la hace parecer cosa resuelta, cuando la verdad es que la revolución todavía no termina; duerme, y ante el más mínimo bostezo intentamos mirar a otro lado pues hoy en día la revolución, como cualquier otra cosa, está tan al alcance de nuestra mano como un artículo a doce meses sin intereses.

Pero, ¿a nombre de quién el Ejecutivo hace tal despilfarro de dinero? No hemos echado números, nomás se los dejo al costo: 60 millones de dólares será el precio de una noche de parafernalia y algarabía a cargo de una empresa norteamericana de nombre Autonomy. Bonito nombre para la ocasión.


Lástima que todo ese alboroto de las luces en el Zócalo no haya caído en los días de San Judas. Aunque de todos modos a la hora que paso por la pancha todavía no prenden los focos de Catedral ni Palacio Nacional. A ver si a la Yaya se le ocurre tomarle una foto a todo el argüende, ella que tiene que ir a todo eso por cosa de la escuela.


El palimpsesto en la escritura de la Historia no es sino el producto de la resina que cubre otra resina que a su vez se oculta con resina. Y es que mientras el continente latinoamericano avanza con pasos constantes hacia el reforzamiento de los andamios que aún sustentan su techo ideológico-social, México no sólo celebra la dependencia con los Estados Unidos Norteamericanosm sino también, una efervescencia revolucionaria parecida a la de principios del siglo XIX.

El politeísmo no erradicado de México, como algunos creen o afirman, exige un tributo a un mosaico impresionante de santos, independentistas y revolucionarios
(San Judas Tadeo, San Emiliano Zapata, San Villa). Es por eso que un carnaval de las proporciones como del bicentenario debe de tener una estructura donde la pluralidad de los mexicanos se sienta identificada con alguno de los segmentos logísticos del regocijo festivo. La celebración comprende circuitos de tránsito, conciertos, exposiciones artísticas, publicaciones de libros, propagandeo de biografías al estilo Enrique Krauze, máscaras, baile y todo el conjunto de elementos que la visten de mole y china poblana.

A todos está dirigida esta fiesta, pues tenemos tan endebles las figuras nacionales que como dicen: «cada quién le reza a su propio santo». El mismo San Elizondo el Salvador ya decía que el pueblo mexicano es antropológico en esencia; aquí no se castiga a la traición ya que no tenemos nada que traicionar. La ruptura de valores llegó a tal grado que la doble moral es el pan nuestro de cada día. Porque no nos reímos de nosotros mismos, ni aparentamos disfrutar la mala cara que tienen los precios y la corrupción. ¿Cuántas personas estarán viendo en este momento el torneo de clausura? Y sigue la yunta andando.


Se va llevar un premio el primero que me traiga un zapato, unas llaves o me diga el nombre completo de Benito Juárez.


No hay que olvidar que el presidente Felipe Calderón propuso una ley de ingresos o paquete económico (2% adicional al cobro de todos los productos de consumo) como estrategia para rescatar a los pobres de la miseria.
Así que la tercera respuesta ha sido una serie de caminos que parecieran no estar interesados en contestarla; sin embargo, puedo decirles que lo hice con la finalidad de llegar a la siguiente conclusión: la fiesta que México celebrará lleno de bríos y corazones alegres será pagada por los mexicanos. Lo anterior tampoco es una brillantes mía. Ustedes dirán: escritor estúpido, ¿creías que lo iba a pagar Carlos Slim, o qué?, pero sólo lo digo para aclarar dudas si es que hay un lector que recién se ha enterado de cuántos impuestos debe pagar un trabajador por ser productivo.

La feria que protagonizaremos en menos de 358 días ya se pone su vestido largo. Cada quién tiene una opinión sobre ella y ésta es la mía: no celebremos una revolución pues esta no ha terminado, hagamos una que en doscientos años se pueda recordar como una verdadera muestra de amor y respeto por el Norte, por el Sur, por Sinaloa y Tamaulipas, por Zapotlán, por la UNAM y por México.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Del autor colectivo

Escribo con reservas; nervioso y temerario a falta de la petulancia del autor cuya dignidad le inspira para escribir asuntos más dignos, bajo la defensa de una literatura metafísica, escapo de la punteria certera para dudar con candor de la actividad misma que aquí incerto. Aunque existe la certeza de que las reflexiones sobre el acto de escribir aquejan a todo sujeto dedicado a ello, no conozco alguno cuyas dubitaciones no se encarnen en una tradición considerada en la actualidad como ociosa o concerniente a los especialistas, principalmente porque los verdaderos problemas surgen de un horizonte que escapa a los enclaves históricos de la institución o, en su defecto, son tratados con pasión ciega incurriendo en usos negligentes que los fomentan. O quizá no.
La vacilación, carente de la rigidez de la duda, subyace aún en las expresiones más sólidas; pocas son las posturas que exteriorizan la conciencia del problema telúrico, tras cuya formulación debieran ir por mandato ético aquellos que nos exponemos a sus zozobras. A pesar de la falta de profundiad y extensión en nustro conocimiento (no se podría esperar otra cosa de nuestros tiempos) no hay argumento que deseche las soluciones que otorgan las facultades psiquicas otras que no han merecido, sino en terrenos románticos o nolstálgicos, justificación en el campo de la legitimidad, por más intentos buscados. Sea pues la exploración por medio de la intuición y del autorreconocimiento o aún de la inercia de los impulsos inconcientes encausados, para, de menos, formular explicitamente el problema: el autor. (Problema tratado vagamente en reciente coloquio)
La figura que otorga legitimidad al discurso en una sociedad cuyas relaciones de fuerza están instauradas por el capital, y la que dota de identidad, vacía o ambigua, ante el sujeto social del capital, es el autor. Claro que los discursos comprendidos en su realidad como mercancias alcanzan legitimidad por el valor que el mismo mercado usufructua de ellos, y que su identidad está dada por el uso, por la práctica, mas quién codifica, sirviendo de alcahuete, dichos accidentes, son las personas que lo dotan de trabajo, entidades cuantificables y cuyas cualidades son objeto de mitificación para una mejor exhibición en los aparadores.
La solución de muchos ha sido negarse a participar de la explotación capitalista, ignorando al mercado con la esperanza de aquel que está dotado de eternidad o, más divino, de impasibilidad: que el sistema actual de fuerzas peresca de inanición. Otros han optado por intentar inmiscuir la alteridad de sistemas de fuerzas, los marginales, en el paradigma capital. Sus esfuerzos, prolíficos, son inspiración.
Multitudes excluidas, condenadas de antemano al exilio, a la purga de las urbes habitadas por las entidades abstractas de la producción capitalista, los migrantes tejen el modelo que han estado siguiendo los narradores y poetas jóvenes. Sin embargo la geografía terrestre también niega aquellos puntos de exilio, los desiertos, ya sea por los riesgos de las bala congonesas o por la vigilancia de las torres petroleras, dejándonos el terreno amasado, reconocido, como una trampa, del internet. Entonces los artistas se vuelcan a direcciones innumeras, con la avidez del deshauciado empiezan a habitar espacios que construyen y habilitan para el ataque, la resistencia y el movimiento crítico de miles de sujetos hartos y activos. Olvidamos que la misma maquinaría fué quién nos dotó de los espacios, que su devenir se configura en la asimilación de las antítesis, y que, por más que lo aplacemos, habrá que descender una vez más a las calles, como parias o tal como los fantasmas productivos que nos precedieron.
Al menos que ejerzamos actividades enfocadas al problema.Tal la negación de autor, de los autores, encaminandonos junto con los artistas plásticos a la masificación de la experiencia artística- no con su producción, en cuyo caso estamos, cayendo en la apatía generada por la extensión infinita de información deslegitimada incluso por nosotros mismos pero a su vez fomentada con plena participación nuestra, sea: simios escribanos simulando ser Cortazar. Una participación en la colectividad de lo que Suely Rolnik llama "mundo como materia-fuerza": "sensaciones", vivencia, daseing, "experiencia vivida", que surge de la reconfiguración colectiva de los metarrelatos de legitimidad, aquellos discursos que servían como sistemas de sentido. Sería experimentar colectivamente la alteridad de las subjetividades, a la par que estas se construyen compartidas; la erotización del autor, la ruptura de su "yo", dolerá a los leopardos laureados en efigie, en el ejercicio lúdico que construye nuevas identidades y nuevos mundos, el ensanchamiento y la ruptura, con esfuerzo, de los horizontes: asomarnos, juntos, al pozo de lo otro con deseo de vértigo.
Felicito los intentos de las nuevas generaciones que caminan estos rumbos.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Primer Coloquio del Colegio de Letras Hispánicas


Los invitamos al Primer Coloquio de literatura "José Revueltas", que se llevará a cabo del 17 al 20 de noviembre. Este coloquio ha sido organizado por alumnos de letras hispánicas de la UNAM con ayuda de algunos profesores, a partir del interés por la reactivación de labores estudiantiles en el auditorio Justo Sierra / Ché Guevara.
Ojalá puedan asistir. Les dejamos el programa.
Para más información:
http://coloquiodeletrashispanicas.wordpress.com/